
Este semanario apareció en mayo de 1891, dirigido por ValentĆn HernĆ”ndez Aldaeta. Llevaba como subtĆtulo el siguiente: āSemanario socialista obreroā. El origen del semanario debe encontrarse en la decisión que tomó el Congreso Socialista en Bilbao de 1890 sobre la necesidad de que se crease un órgano de expresión propio de los socialistas vascos. No pudo durar un aƱo entero porque antes fue suspendido y su director condenado en un consejo de guerra en febrero de 1892 por insultos a la Guardia civil. El 7 de octubre de 1894 reapareció ya de forma definitiva y con ValentĆn HernĆ”ndez de nuevo como director, en Bilbao. El semanario salĆa los domingos y tenĆa un tono y estilo agresivos, con un discurso claramente anticlerical, aunque una de sus mayores seƱas de identidad fue la defensa de los trabajadores inmigrantes en el PaĆs Vasco. Entre los primeros redactores estuvieron los siguientes: JosĆ© Aldaco, Luis de Aquino, Pedro Luero, Toribio Pascual, Timoteo Orbe y el propio Pablo Iglesias. Miguel Unamuno escribió en el mismo entre 1894, aƱo en el que ingresó en el partido, y 1897. Sus escritos versaron, especialmente, sobre el antimilitarismo y el antibelicismo, artĆculos, que salvo uno, no llevaban su firma. TambiĆ©n Indalecio Prieto escribió sus primeros escritos en este semanario.
Con el tiempo fue un semanario que alcanzó una amplia difusión. Hacia 1895 tenĆa una tirada de unos cinco mil quinientos ejemplares, elevĆ”ndose a diez mil hacia 1898. En gran medida, este semanario se vendĆa en Bilbao y las zonas fabriles y mineras vizcaĆnas. Pero tambiĆ©n tuvo gran predicamento en Santander, Gijón y Oviedo.
Cuando HernĆ”ndez fue expulsado del partido fue relevado en la dirección del semanario en el aƱo 1900 por Ćlvaro Ortiz. TomĆ”s Meabe sustituyó a Ortiz al quedarse ciego, y volvió a imprimir un claro carĆ”cter anticlerical a la publicación. Sobre este renovado anticlericalismo en el semanario se ha discutido sobre si se debió exclusivamente a Meabe, pero lo cierto es que el socialismo vasco y espaƱol siempre habĆa sido anticlerical, aunque sin llegar a defender el empleo de la violencia. Por otra parte, Perezagua no habĆa querido colocar el anticlericalismo en la base de la movilización socialista.
Otros directores de La Lucha de Clases fueron: Emilio Beni, Ćscar PĆ©rez SolĆs, Ćngel Lacort, Luis AraquistĆ”in y JuliĆ”n Zugazagoitia. Ćste Ćŗltimo fue director en 1921 y desde sus pĆ”ginas combatió la escisión socialista que creó el Partido Comunista a partir de la III Internacional. Zugazagoitia fue desterrado en la Dictadura de Primo de Rivera, precisamente por delito de imprenta como redactor del semanario.
El último número de La Lucha de Clases salió el 16 de junio de 1937.
Insertamos el fragmento de un texto de un artĆculo aparecido en el nĆŗmero de 23 de mayo de 1896, referente a los barracones y cantinas en las zonas mineras de Vizcaya, perjudiciales para los mineros, situación que no se habĆa corregido a pesar de la huelga de 1890, y que desde el semanario se denunciaba:
āLos trabajadores de las minas de Vizcaya, reunidos el 1 ° de Mayo en el frontón de Gallarta, hicieron nuevas y ruidosas manifestaciones contra el mantenimiento de cuarteles y tiendas obligatorias por los reyezuelos de esta región minera y nombraron una Comisión que reclamarĆ” de los poderes pĆŗblicos o sus representantes su pronta y absoluta desaparición. (ā¦)
Los trabajadores de las minas en 1890 se levantaron en masa en huelga, reclamando la limitación de la jornada de trabajo y la desaparición de los barracones y tiendas obligatorias. (ā¦)
Hoy, bien que mal, se mantiene la jornada de trabajo establecida en 1890, pero en cuanto a barracones y tiendas obligatorias se estĆ” en toda la zona minera, con cortĆsima diferencia, como antes de la primera huelga.
En la zona de Vizcaya, con menosprecio de las leyes y mengua del espĆritu liberal del siglo, es condición indispensable para ser itido al trabajo, albergarse en casuchas antihigiĆ©nicas y comprar los gĆ©neros alimenticios, buenos o malos (malos casi siempre y a precios escandalosos) en determinadas tiendas.
Esto es, a nuestro modo de ver, un gravĆsimo atentado a la libertad de trabajo, tan a menudo invocada, un insulto a las leyes de sanidad e higiene y es, sobre todo, una explotación antihumanitaria que ningĆŗn gobierno culto deba tolerar.
Ahora bien, los obreros de las minas de Vizcaya, para hacer desaparecer los cuarteles y las tiendas obligatorias, signos de una nueva y repugnante esclavitud, apelarĆ”n al legĆtimo derecho a la huelga, si el gobierno y autoridades no creen que debe ponerse un lĆmite a la insaciabilidad de negreros sin conciencia que cometen verdaderos crĆmenes.ā