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miércoles. 11.06.2025
TRIBUNA

Rusia y el coco

Rusia no tiene ninguna intención de atacar Europa. Quien sí está atacando Europa, quien sí quiere destruir Europa es Donald Trump y su escuadrón digital.
soldados rusos

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Rusia es una dictadura, no creo que existan dudas al respecto. Siempre gana el mismo candidato, la libertad de prensa no existe, no se sabe lo que ocurre con los detenidos y presos, la mayoría de los derechos humanos no están garantizados y hay una oligarquía muy ligada al presidente Putin que está al frente de las grandes empresas del país, muchas de ellas compañías estatales formadas en tiempos de la URSS. Es un país desgraciado, sin demasiada suerte, basta con leer Las Almas muertas de Nicolás Gogol para saber cómo fue ese país, cómo la esclavitud, cómo los amos, los zares, la iglesia, el dolor inmenso de un pueblo dispuesto a morir como ningún otro. Parió la revolución de 1917, un momento glorioso para la Humanidad pero que fracasó por los hombres. Aún así, fue gracias a la revolución rusa que los países europeos implementaron medidas sociales y políticas que favorecieran a los trabajadores, que les invitasen a no sumarse a las filas del comunismo, que entonces crecía por todas partes. Probablemente el estado del bienestar no habría existido sin la Revolución Rusa, como tampoco se habría derrotado a los nazis sin los veinte millones de muertos que puso aquel país para librar a Europa de una de las mayores catástrofes de su historia. Habría que pensarlo más, tendríamos que habérselo agradecido más.

En vez de reconocer la inmensa generosidad del pueblo ruso, del ejército rojo a la hora de derrotar a Hitler, Occidente, con EEUU al frente, decidió ignorarlo y cambiar el relato de la historia

En vez de reconocer la inmensa generosidad del pueblo ruso, del ejército rojo a la hora de derrotar a Hitler, Occidente, con Estados Unidos al frente, decidió ignorarlo y cambiar el relato de la historia. Se montó la guerra fría, Rusia, entonces la URSS, era una amenaza para el mundo, el comunismo estatalista el mayor de los peligos, Estados Unidos, el gigante destinado a salvarnos de quien antes nos había salvado de los nazis. La maquinaria de propaganda se puso en marcha, los americanos, ellos solitos, ganaron la guerra a los nazis tal como cuentan sus películas bélicas. La URSS quería comernos, venía todas las noches y se comían a nuestros tiernos bebés, incluso estuvo a punto de conquistar el poder en Italia, en la Italia del Papa, en la cuna de Mussolini y Meloni. No, nos salvaron otra vez. El Séptimo de Caballería de Michigan siempre alerta, como ahora que nos amenaza con abandonarnos a nuestra suerte si no les compramos armas por encima de nuestras posibilidades, armas inútiles siempre pero ahora más que nunca porque no servirían para nada.

El coco vuelve a ser Rusia, un coco terrible que dejará en agua de borrajas a aquel que impedía dormir a los niños de mi tiempo. Pero, veamos, ¿quién es ese coco? Rusia es un país que no ha salido de la crisis que hizo desaparecer a la antigua URSS, metida en una carrera armamentística insostenible. Gorbachov quiso sacar adelante reformas que sirviesen para desburocratizar el sistema y agilizar la economía. Negoció con Estados Unidos, con Europa y se le prometió ayuda en su propósito, comprometiéndose los buenos a no extender el manto de la OTAN a los países que antes estaban bajo influencia soviética.

Al poco de desaparecer la URSS, Rusia fue desmembrada, por el sur y por el oeste, llegando a perder más de cuatro millones de kilómetros cuadrados y sesenta millones de habitantes. El país fue decayendo, consumiéndose, corrompiéndose sin mesura. De la ruina nació una oligarquía putrefacta que se quedó con toda la riqueza del país, sobre todo con el comercio de combustibles fósiles. Occidente siguió a lo suyo, hasta colocar bases militares en las mismas fronteras de Rusia, a un tiro de piedra de Moscú. Después llegó Ucrania, país independiente pero con una importancia enorme en la historia de Rusia. Se traspasaron todos los límites al pretender instalar misiles en Kiev, en Odesa, en el Mar Negro. La guerra fría que parecía finalizada con la caída de la URSS, estaba viva, más viva que nunca, había que continuar el proceso de desmembración de Rusia, todavía el país más grande del mundo y uno de los más ricos en reservas naturales. Rusia tenía dos opciones, una, desaparecer bajo la presión del Pentágono y aliados, otra, defenderse. Defenderse en este caso fue atacar Ucrania antes de que se integrase en la OTAN y en la UE. 

Rusia no tiene ninguna intención de atacar Europa, pero en el absurdo caso de que la tuviese, se quedaría sin pertrechos antes de avanzar cincuenta kilómetros

Rusia es un país pobre, podríamos decir que muy pobre, su Producto Interior Bruto es similar al de Italia y un poco más alto que el de España. Apenas ha crecido durante los últimos años y, por tanto, tiene un ejército inoperante, poco pertrechado y no demasiado animado para la lucha. En otro caso, Ucrania habría sido conquistada en cuestión de semanas. Lo que sí parece cierto es que, pese a su debilidad económica, durante los últimos años Rusia ha renovado su arsenal nuclear, un arsenal que estaba desvencijado y oxidado. Eso lo sabían los Estados Unidos y lo sabía Europa. Como se hizo en tiempos pretéritos, cuando un país tiene la capacidad de destruir el mundo por su poder atómico, se le respeta, se negocia con él, se intenta llegar a acuerdos que hagan posible la convivencia, salvo que lo que se pretenda sea otra cosa: Crear una situación generalizada de miedo que permita opciones de gobierno cada vez más reaccionarias en todo el planeta. A ese y no a otro propósito responde la descabellada petición de la Comisión Europea al incitar a los ciudadanos a tener en sus domicilios alimentos y medicinas para aguantar al menos tres días. ¿Por qué tres días y no treinta y tres? Rusia no tiene ninguna intención de atacar Europa, pero en el absurdo caso de que la tuviese, se quedaría sin pertrechos antes de avanzar cincuenta kilómetros. Quien sí está atacando Europa, quien sí quiere destruir Europa es Donald Trump y su escuadrón digital, que sueñan con un gobierno global en el que el vasallaje sea de nuevo el instrumento único para las relaciones entre las personas y los estados. Rusia puede hacer uso de su arsenal atómico, pero entonces las armas convencionales, los tanques, los misiles balísticos, los kalasnikov serán juguetes y el rearme que nos demandan los belicistas sólo habrá servido para engordar las cuentas de los fabricantes de armas, siendo conscientes siempre de que más de un tercio de las que se fabrican en el mundo se hacen en Estados Unidos.

Rusia y el coco