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jueves. 12.06.2025

No queremos esta Europa que cierra fronteras

La Europa que queremos no debe ser la que cierra sus puertas a quienes huyen de la miseria, las guerras o las persecuciones.
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A propósito del libro de Sani Ladan: La luna estÔ en Duala y mi destino en el conocimiento. Plaza y Janés, 2023.

ā€œEl hombre no gobierna hoy
a las fuerzas que ha desatado,
sino que las fuerzas que ha desatado
gobiernan al hombreā€.

Pepe Mujica.

Sani Ladan es un joven camerunés que decidió salir de su país para completar sus estudios y encontrar una vida mejor. Su primera intención no era dirigirse a Europa, sino buscar oportunidades en algún país vecino, como Nigeria. Diversas vicisitudes le llevaron a emprender la aventura de atravesar el Sahara con el objetivo de llegar a España.

Las peripecias que Sani tuvo que vivir fueron las que sufre la inmensa mayorĆ­a de los migrantes en busca de una mejor vida: extorsiones de las mafias, asaltos perpetrados por bandas de delincuentes, intentos de secuestro y asesinato, persecuciones y palizas de la policĆ­a de los paĆ­ses que atravesaban, sobornos de las mafias dedicadas al trĆ”fico de inmigrantes… hasta llegar a Marruecos, cuyos militares y policĆ­a  no se andaban con contemplaciones, a lo que se aƱade el rechazo de parte de la población marroquĆ­ a los migrantes subsaharianos.

Las peripecias que Sani tuvo que vivir fueron las que sufre la inmensa mayorĆ­a de los migrantes en busca de una mejor vida

Tras varios meses huyendo de la gendarmería magrebí y refugiado en el monte Gurugú malviviendo como pudo, logra Sani con otros compañeros lanzarse al agua con intención de llegar a Ceuta, perseguidos en lanchas y golpeados, en aguas marroquíes, por la Marina Real y la policía, y en aguas españolas, por las pelotas de goma de la guarda civil:

 ā€œSólo se oĆ­an los disparos, los gritos y las sirenas de las patrulleras marroquĆ­es y espaƱolas. RecibĆ­ un primer disparo de un guardia civil en la espalda y el segundo en el flotador. Me estaba quedando ya sin fuerzas y empezaba a sentirme hipotĆ©rmico cuando se me acercó una lancha de la Marina Real marroquĆ­. Les tendĆ­ la mano para que me rescataran porque ya no podĆ­a mĆ”s. Sin embargo, el agente que tenĆ­a mĆ”s cerca me dio varios golpes en la nuca y… perdĆ­ el conocimiento. Por suerte, una gran ola me propulsó, aĆŗn inconsciente, hasta la orilla. Me quedĆ© tendido en la arena hasta que llegó la Cruz Roja espaƱola. A los compaƱeros que llegaron con buen estado de salud los agruparon para esposarlos de dos en dos. A mĆ­ me esposaron tambiĆ©n con una brida junto a un compaƱero que tuvo que venir conmigo cuando me llevaron al hospital porque era imposible desatarnos las manosā€.

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Como a muchos migrantes, es decir, los que en un primer momento tuvieron la suerte de no ser deportados a su país de origen, Sani fue enviado al CETI de Ceuta, donde fue calurosamente recibido por sus trabajadores y los residentes, y pudo telefonear a su familia de Camerún tras dos años de odisea por tierras africanas sin haber tenido la posibilidad de comunicarse con ellos. En el CETI tomó o con la que sería la asociación que mÔs tarde le abriría las puertas de su futuro y de la que tiempo después sería su presidente: Elín, donde recibiría las primeras lecciones de español, con tan excelentes resultados que a los tres meses le convirtieron en un hispanohablante avezado e incluso dispuesto a enseñar a otros compañeros que vinieran del continente africano, como así hizo.

Los CIEs son auténticas cÔrceles donde se trata a los inmigrantes como a peligrosos delincuentes, hacinados en minúsculas celdas

Su estancia en el CETI sólo fue un parĆ©ntesis en la odisea que inició Sani tras su salida de CamerĆŗn. Al aƱo fue trasladado al CIE de Tarifa, que nada tiene que ver con el CETI. Los CIEs son autĆ©nticas cĆ”rceles donde se trata a los inmigrantes como a peligrosos delincuentes, hacinados en minĆŗsculas celdas, esposados cada vez que salĆ­an de ellas o encerrados en jaulas a la intemperie soportando el frĆ­o viento de Tarifa en pleno invierno con escasa ropa. Las torturas y palizas propinadas por los guardias estaban a la orden del dĆ­a, entre otras vejaciones, como el empeƱo de muchos guardias en cambiarles el nombre por uno que sonara mĆ”s espaƱol. AsĆ­, a Sani trataron de bautizarle con el nombre de Pedro, a lo que Ć©l se negó: ā€œāˆ’ Mi nombre es Sani. Si le parece difĆ­cil, prefiero que no se dirija a mĆ­ de ninguna manera, porque lo que de ningĆŗn modo voy a permitir es que me cambie el nombre. Espero que lo entienda y lo respeteā€.

Tras dos interminables meses de sufrimiento en el CIE de Tarifa, Sani fue trasladado por una ONG a un campamento de inmigrantes cuya misión era buscar trabajo en los invernaderos por una miseria de salario cuando tenían suerte de encontrarlo. Su afÔn no era trabajar, y menos como esclavo, sino continuar con los estudios iniciados en su país y ganarse mÔs o menos la vida impartiendo clases particulares de francés, o bien de español a los muchachos que llegaban en condiciones similares a las suyas.

Ante las dificultades que le pusieron en el campamento, decidió trasladarse a Córdoba para unirse a su amigo Mady, de Burkina Faso, con quien compartió habitación en el CETI de Ceuta. Fue imposible localizar a su amigo, seguramente habría regresado a su país o viajado a algún lugar de Europa.

En Córdoba tuvo que buscar un lugar en la calle donde pasar las noches y lo encontró en un parque. Durante el dĆ­a buscaba trabajo. Tuvo la suerte de dar con la ONG Córdoba Acoge, donde un profesor de espaƱol, al comprobar que tenĆ­a un buen nivel, le propuso prepararse el examen de la ESO. No fue tan sencillo como pensaba. Al carecer del NIE o NĆŗmero de Identidad de Extranjeros, no podĆ­a matricularse en el examen y en ese momento comenzó para Sani la que serĆ­a la primera batalla con la burocracia digital hasta lograr, tras muchas vicisitudes, que un funcionario tan diligente como amable le consiguiera  la matrĆ­cula por el procedimiento manual de toda la vida.

Una vez obtenida la matrícula, Sani se preparó a conciencia el examen, a pesar del poco tiempo de que disponía. ”Pero lo consiguió! El primer escollo ya estaba superado. Ahora tocaba enfrentarse al segundo, y se encontró con el mismo problema: el dichoso NIE, lo que significaba no tener a la tarjeta de residencia de extranjeros en España, y por consiguiente, no poder matricularse en ningún centro para cursar el bachillerato.

De nuevo, la ONG Córdoba Acoge fue su salvación porque le puso en o con otra organización, Bici Solidaria, que ofrecía clases de idiomas, y él se propuso como profesor de francés, cuyas lecciones comenzó a impartir en la floristería de Inés, una sa afincada en Córdoba. A partir de ese momento la vida de Sani dio un giro radical, a pesar de que tras la primera clase estuvo a punto de ser asaltado por una banda en el parque donde dormía, con la suerte de que en ese instante apareció la policía. Salvo ese incidente que pudo ser muy grave, todo fueron parabienes para nuestro amigo. Inés le ofreció irse a vivir a su casa con su familia y ayudarle en sus estudios, consiguiéndole una plaza en la escuela de arte donde su hijo cursaba sus estudios.

A pesar de que Sani se sentía de maravilla entre quienes consideraba su familia cordobesa, había dos cosas que le preocupaban: una, los gastos que estaba ocasionando, y dos, un decreto perverso del Gobierno español por el que se multaría a quienes acogieran a inmigrantes en sus hogares. En esa tesitura, Sani decidió abandonar el domicilio de su nueva familia, con la inmensa suerte de, en esos mismos días, haber recibido el ofrecimiento de otra familia para albergarle en su casa y, de paso, sortear por un tiempo el riesgo que implicaba el citado decreto. Así hizo, pero al poco tiempo recibió una oferta de trabajo en Zaragoza y no dudó en trasladarse allí, pese a la oposición de sus seres queridos en Córdoba.

Nuestro amigo se ha reencontrado con su familia de Camerún, que aún no ha podido visitarle en España

Sani logró terminar el bachillerato y licenciarse en Relaciones Internacionales por la Universidad Loyola de AndalucĆ­a. En la actualidad, trabaja como analista de relaciones internacionales, educador social y formador intercultural, colaborador en 24 TV, presidente de la asociación Elin donde habĆ­a colaborado durante su estancia en el CETI de Ceuta, autor del podcast Ɓfrica en 1 cick  y conferenciante sobre migraciones y polĆ­tica de Ɓfrica en diferentes universidades y organizaciones de derechos humanos y antirracistas. Durante un tiempo ha sido asesor del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, siendo ministra Ione Belarra.

Nuestro amigo se ha reencontrado con su familia de Camerún, que aún no ha podido visitarle en España, y mantiene una estrechísima relación, ya de por vida, con sus dos familias cordobesas.

En estos dĆ­as que se reivindican los logros de la Unión Europea, los derechos humanos, laborales, la justicia social, las libertades, la democracia, el estado de derecho y del bienestar, la igualdad de gĆ©nero, la lucha contra el cambio climĆ”tico, contra las desigualdades, contra las diferentes discriminaciones, y un largo etcĆ©tera, no nos podemos ni debemos olvidar, como bien nos recuerda MuƱoz Molina en su excelente artĆ­culo Dentro y fuera de Europa, publicado en El PaĆ­s del pasado 10 de mayo, ā€œel expolio del mundo colonizado, la segregación racial, la reducción a la miseria y al exotismo de las poblaciones dominadasā€¦ā€, como tampoco las consecuencias de un neoliberalismo salvaje que pone en peligro muchos de los avances conseguidos e imposibilita a grandes colectivos el universal a derechos tan fundamentales como la vivienda y el trabajo dignos, entre muchos otros.

La Europa que queremos tampoco es la que cierra sus puertas a quienes huyen de la miseria, las guerras o las persecuciones. Ni mucho menos, la que los persigue, agrede y mata en las fronteras, o maltrata en los CIEs como delincuentes, olvidando que no pocos europeos, y espaƱoles en particular, han sido emigrantes no hace mucho tiempo.

ā€œā€¦ Tenemos la responsabilidad de denunciar lo injusto, lo indecente, lo que se estĆ” perdiendoā€¦ā€ advierte MuƱoz Molina en su artĆ­culo.

No queremos esta Europa que cierra fronteras