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Putin reclama elecciones en Ucrania para tener interlocutores válidos y acordar una paz duradera. Basta con invadir un país, o al menos intentarlo, para imponer condiciones tan poco respetuosas con la soberanía del pueblo invadido. Por aquello de la simetría, quizá pudiera reclamarse lo contrario y exigir una convocatoria electoral entre la ciudadanía del dirigente invasor para ver comprobar su apoyo popular o, cuando menos, con arreglo al principio de universalización proponer elecciones en uno y otro lugar, lo cual se haría extensible a los países que pretenden oficiar como mediadores pero sacando pingües beneficios por su labor.
Cabe preguntarse si la democracia no es para muchos autócratas una pantomima que sirve para cubrir las apariencias y legitimar el talante dictatorial de sus regímenes
Así pues, el concierto de las naciones debería supervisar nuevas elecciones en Rusia y Ucrania, sin olvidarnos de Israel o Estados Unidos, para ver si sus respectivas ciudadanías respaldan sus hazañas bélicas o propuestas de paz que atienden a sus propios intereses. Un demócrata como Putin solo puede suscribir universalizar su propuesta para todas las naciones implicadas en esta liza, como contendientes o negociadores ventajosas. Lo contrario podría parecer la imposición de un dictador con aires de grandeza, siendo esto algo que no casa con el antiguo coronel de la KGB.
¿Por qué se ha erigido Estados Unidos en el mediador imprescindible para detener la guerra de Ucrania? Visto lo que se plantea hacer con Gaza, no parece que sea un papel muy desinteresado, ni que se proponga poner coto a los abusos, puesto que parece inclinarse por quienes demuestren una mayor fortaleza militar. Los perdedores deben desaparecer o cuando menos poner sus centrales energéticas bajo titularidad estadounidense. Putin ha ofrecido a Musk un gran potencial nuclear, que podría ser la central ucraniana sin rival en toda Europa.
Ojalá cunda la idea y se acuerde convocar elecciones a la mayor brevedad en todas las partes implicadas, para que nuevos interlocutores puedan entablar negociaciones tendentes a una paz duradera y no a un simple armisticio que solo sirva para recobrar fuerzas. Cabe preguntarse si la democracia no es para muchos autócratas una pantomima que sirve para cubrir las apariencias y legitimar el talante dictatorial de sus regímenes. Mientras tanto, el mundo está pendiente de sus ocurrencias o maniobras militares, temiendo una conflagración bélica sin precedentes cuyas consecuencias nadie puede predecir.