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domingo. 15.06.2025
TRIBUNA DE OPINIÓN

Contra la corrupción

Esta semana, del primero al último de los progresistas nos hemos preguntado qué habría que hacer, y las opiniones están divididas.
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En estos días oscuros, el electorado progresista se siente invadido por un fuerte sentimiento de vergüenza. Traicionado por unos individuos que se reclamaban representantes suyos mientras eran la antítesis de sus ideas, personajes de una película de serie B sobre timadores. No nos pilla de nuevas. Desde hace ya décadas, la corrupción se ha revelado como la enfermedad crónica del sistema, en un país en el que, no lo olvidemos, incluso el jefe del Estado resultó ser un comisionista de altos vuelos.

Esta semana, del primero al último de los progresistas nos hemos preguntado qué habría que hacer, y las opiniones están divididas. Seguir o no adelante. Cómo actuar.

Lo primero que hay que saber es que, si la respuesta final es seguir, eso no excluye el profundo reproche por lo ocurrido. Ni ite la inactividad. Hace décadas que todos los Gobiernos de la democracia posponen o postergan decisiones elementales sobre la contratación pública, empezando por licitaciones abiertas, en las que todos los pasos se publiquen uno por uno en Internet, con los expedientes a la vista de todos.

Ya se ha demostrado que cerrar la boca de los devoradores parece impracticable. Probemos a cerrar el grifo del que sale el dinero

Persecución activa de los corruptores. No hay corruptos si no hay quien les pague. Y no nos sirve el argumento de que los empresarios pueden ser presionados para pagar. Si es así, habrá que habilitar canales para que puedan denunciarlo y se elimine a los políticos corruptos en el momento cero de su actividad. Si no, si, como sospechamos, hay empresas que obtienen beneficios de la corrupción, es preciso que sean perseguidas. No solo porque hablamos de un beneficio ilegítimo, sino porque hablamos de un cáncer político. Algunas formaciones que no persiguen otro fin que ser ellas las que se enchufen a la teta del Estado han montado sobre esto el grueso de su discurso, y acontecimientos como los de esta semana engordan sus alforjas electorales. Ya se ha demostrado que cerrar la boca de los devoradores parece impracticable. Probemos a cerrar el grifo del que sale el dinero.

Hay otras cosas en las que no debemos dejarnos llevar por el calor o el frío del momento. Porque todos queremos soluciones dramáticas, pero puede que no resuelvan nada. Y es preciso también poner coto al “síndrome del seleccionador nacional”: siempre es fácil, a toro pasado, decir que el sentido común impedía nombrar a personajes así para nada, pero todos sabemos que no hay procedimientos de selección fiables. La política no es un concurso de méritos, y la historia demuestra que personas con un curriculum inexpresivo se han revelado luego dirigentes de peso. De la misma manera, la formación moral no se puede medir. Pero sí hay que tener una cosa clara: hay que cortar la mano cuando aún no ha metido en el cajón más que la sucia uña. Después es ya muy tarde.

Contra la corrupción