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sábado. 14.06.2025
TRIBUNA POLÍTICA

Hacer posible lo imposible

El fenómeno Trump representa de una forma muy plástica un ciclo ascendente de vertebración estructural del neoliberalismo en una inmersión autoritaria que trasciende a la caricatura de una individualidad soberbia y alocada.

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Albert Camus en su obra teatral “Calígula”, pone en boca del emperador romano la siguiente conclusión: “acabo de descubrir lo útil del poder: hacer posible lo imposible.” Otro emperador, en este caso del neoliberalismo rampante, como fue Milton Friedman, vino a decir prácticamente lo mismo: “…que lo políticamente imposible, se vuelva políticamente inevitable.” Porque hubo un momento histórico en el que pocos pensaban que los multimillonarios convencerían a las masas populares de que la defensa de los minoritarios intereses y egoísmos de los súper ricos era lo conveniente. Hemos entrado en la era de lo imposible y extravagante, el mundo tiene pocos intereses, pero muy poderosos. Los capitalistas han decidido asumir directamente el poder, un poder que quieren ilimitado e intimidador pues saben que el odio y la ira consiguen que los monstruos imposibles se transfiguren en “terriblemente y temiblemente normales”, como escribió la filósofa Hannah Arendt nosotros mismos podemos convertirnos en monstruos.

A falta de un grand récit progresista, los súper ricos avasallan como el comisario Scalambri de la novela “Todo modo” de Leonardo Sciascia que presumía de ser capaz de doblegar al Papa y al mismo Dios metiéndoles en una sórdida comisaría

La falsa metafísica de la “libertad” de “elegir y decidir” contra la opresión de un Estado recaudador e ineficaz, penetró en amplios sectores de la sociedad. Libros como ”Capitalismo y libertad”,   de Milton Friedman, y  "Camino de servidumbre”,  de Friedrich Hayek, ya expresaban y equiparaban torticeramente al capitalismo con la libertad. Textos con una visión cruelmente basada en un capitalismo especialmente militante con la libertad de explotar: los monopolios deberían tener un poder ilimitado para aplastar a los potenciales competidores y exprimir a sus trabajadores, y las empresas deberían ser libres de confabular para explotar a sus clientes. Hoy los tecnomagnates han reconceptuado la economía compleja, dispuestos a la total captura del Estado en esa especie de desarmonía de la realidad. Señores feudales, en definitiva, en pactos de sangre con el poder en que se muestra cómo la historia económica se escribe sobre lo imposible inevitable de un mundo condicionado en forma permanente por las élites, lo que en última instancia ha derivado en un secuestro de la sociedad en defensa de sus intereses particulares frente a los colectivos.

El fenómeno Trump representa de una forma muy plástica un ciclo ascendente de vertebración estructural del neoliberalismo en una inmersión autoritaria que trasciende a la caricatura de una individualidad soberbia y alocada. La metafísica posmoderna con el final de las grandes narraciones, es decir, las ideologías emancipadoras y la desaparición de la historia –no es posible cambiar la historia si como tal no existe- ha supuesto un capitalismo cada vez más incompatible con la democracia, suplantada por patriotismos neofascistas excluyentes y beligerantes con la otredad. 

Hoy los tecnomagnates han reconceptuado la economía compleja, dispuestos a la total captura del Estado en esa especie de desarmonía de la realidad

A falta de un grand récit progresista, los súper ricos avasallan como el comisario Scalambri de la novela “Todo modo” de Leonardo Sciascia que presumía de ser capaz de doblegar al Papa y al mismo Dios metiéndoles en una sórdida comisaría y mandándoles quitarse los cordones de los zapatos y el cinturón de los pantalones. Cualquiera –concluía el comisario– se desmorona cuando se le trata como a un ladronzuelo de gallinas. El darwinismo social practicado por el neofascismo nos hace a todos ladronzuelos de gallinas y convierte a las víctimas en responsables de las injusticias y las desigualdades que sufren. Vivimos una situación que recuerda a los años treinta del pasado siglo cuando, como afirma Herbert Marcuse, el lobby financiero-industrial decide a través de los distintos fascismos locales acceder directamente a los gobiernos y que le hacía decir a Hitler: “Detrás de la economía también debe haber poder, dado que solamente el poder garantiza la economía.” Los métodos son distintos pero la finalidad es la misma.

Hacer posible lo imposible