
Groenlandia, con una tasa de 83 suicidios anuales por 100.000 habitantes, ostenta la primera plaza mundial en lo que a suicidios se refiere, muy por encima de sus competidores directos, los referidos Lituania y Corea del Sur
Seguramente muchos de nosotros, ya sea en conversación informal, gracias a la televisión o por algĆŗn otro medio periodĆstico, hayamos oĆdo hablar del gran problema que afecta a Japón en lo referente a la depresión y al suicidio de sus ciudadanos; menos sabido es que otra nación de su mismo continente, Corea del Sur, ostenta una tasa de suicidios bastante superior a la del paĆs nipón.
Tampoco es muy conocido que Lituania, esa diminuta repĆŗblica bĆ”ltica que poco a poco comienza a hacerse un hueco en el panorama turĆstico europeo, ocupa la segunda posición en la trĆ”gica nómina del suicidio mundial. Y de lo que prĆ”cticamente nadie habla, lo que muy poca gente sabe, es que hay un remoto lugar en el planeta que se sitĆŗa la cabeza de esta macabra jerarquĆa de la muerte voluntaria, del abandono prematuro y deseado de la vida: hablamos de la isla mĆ”s grande del mundo, hablamos de Groenlandia.
Ubicada entre el OcĆ©ano AtlĆ”ntico y el OcĆ©ano Glacial Ćrtico, en la zona nororiental del continente americano, Groenlandia, cubierta de hielo en el 84% de su superficie, ha sido habitada de manera discontinua desde el III milenio a.C., cuando diferentes pueblos amerindios, paleo-esquimales e inuits āesta Ćŗltima constituye a dĆa de hoy la raza mayoritaria en la islaā decidieron establecerse progresivamente en sus costas.
En el aƱo 982, el mĆtico marinero y explorador noruego Erik el Rojo expulsado de Islandia por la comisión de varios asesinatos, descubrió la isla, que bautizó, irónicamente y con el objetivo de atraer a posibles colonos, como āGroenlandā o āTierra Verdeā. En 1261, Groenlandia aceptó la soberanĆa noruega, la cual se prolongó hasta principios del siglo XV. En 1814 pasó a depender de la corona danesa; tras la nueva Constitución de Dinamarca en 1953, abandona su estatuto de colonia y se convierte en parte integrante del paĆs, obteniendo autonomĆa y gobierno propio en 1979. En 2008 dicho rĆ©gimen de autonomĆa fue ampliado, otorgĆ”ndose a Groenlandia el derecho de explotación de sus recursos petrolĆferos y el reconocimiento de su derecho de autodeterminación: aunque se presupone que a lo largo del siglo XXI obtendrĆ” la independencia, a dĆa de hoy sigue formando parte del Reino de Dinamarca a travĆ©s de lo que se conoce como Mancomunidad de la Corona.
Calle principal de Nuuk
Con poco mĆ”s de 60.000 habitantes, con su inimitable lengua groenlandesa y con la mayorĆa de su población concentrada en torno a la costa suroeste ādonde se ubica Nuuk, su pintoresca capitalā, Groenlandia, a lo largo del siglo XX, pasó de ser una comunidad basada en la pesca, en la caza de la foca, en los trineos y en los iglĆŗs, a convertirse en un protectorado danĆ©s, en una sociedad forzada a la industrialización y a las viviendas en bloque al estilo soviĆ©tico: sin duda muy lejos del estilo de vida agreste, salvaje y centrado en la pura supervivencia que imperaba en la isla antes de la colonización occidental. Pero la naturaleza, a pesar del bienintencionado esfuerzo danĆ©s, se termina imponiendo: como isla remota que es, resulta extremadamente complicado salir o entrar del paĆs, apenas existen carreteras salvo en las inmediaciones de las principales ciudades y, por supuesto, los rigores de la climatologĆa hacen estragos: meses de pura oscuridad se alternan con temporadas de luz implacable. No hay dĆa en invierno. Ni noche en verano.
Groenlandia, con una tasa de 83 suicidios anuales por 100.000 habitantes (117 en hombres y 45 en mujeres), ostenta la primera plaza mundial en lo que a suicidios se refiere, muy por encima de sus competidores directos, los referidos Lituania y Corea del Sur. SerĆa fĆ”cil pensar, no sin cierta lógica y en base a los datos de otros paĆses escandinavos o ubicados en altas latitudes, que ese exceso de oscuridad, ese perĆodo de nula luz, constituye uno de los principales factores ājunto con esa industrialización acelerada, segĆŗn muchos especialistas la causa primordialā, que explica el porquĆ© de tan alto deseo de abandonar el mundo prematuramente. Pero en Groenlandia resulta ser justo lo contrario: los meses del aƱo en los que el suicidio es mayor coinciden con los que conforman la Ć©poca estival. Tras casi tres meses de oscuridad, tras numerosos casos de melancolĆa y depresión entre sus habitantes, la inmensa isla se ve sumida en una Ć©poca de absoluta luminosidad, de dĆas sin fin, de noches sin noche: es entonces, a partir de junio, cuando una especie de furia se apodera de muchos groenlandeses, cuando el insomnio hace acto de presencia, cuando los niveles de serotonina se alteran estrepitosamente. AsĆ es. Pero la realidad, desde luego, no es tan simple.
Estadio Nacional de Groenlandia
Porque cualquier persona mĆnimamente avispada podrĆa afirmar lo evidente: que esa luz y esa oscuridad persistentes y alternas han existido en la isla desde el principio de los tiempos. De hecho, el suicidio en Groenlandia era un fenómeno infrecuente hasta 1970, momento en el que comenzó a crecer radicalmente, tanto asĆ que, en 1986, se convirtió en la principal causa de muerte en la isla: fue mĆ”s o menos por aquel entonces cuando las autoridades percibieron que se enfrentaban a un problema de considerable magnitud. Por otra parte, el personal sanitario y los agentes sociales dedicados a investigar el asunto y a tratar de reducir este elevado Ćndice se toparon con una realidad completamente distinta a la conocida hasta la fecha: si bien en el resto del mundo acostumbran a ser las personas de mediana o avanzada edad las que mayoritariamente deciden acometer el acto del suicidio, aquĆ se da justamente el fenómeno opuesto, siendo los varones de entre 15 y 25 aƱos el colectivo mĆ”s proclive a suicidarse.
AdemĆ”s, mientras que en otros paĆses el suicidio no suele llegar a concretarse, quedĆ”ndose en la categorĆa de tentativa en cuatro de cada cinco ocasiones, en Groenlandia ocurre justo lo contrario, debido a los mĆ©todos violentos y definitivos que emplean sus gentes: alrededor del 45% opta por la vĆa del ahorcamiento, mientras que un 37% se decanta por el uso de armas de fuego, fĆ”ciles de obtener gracias a la gran presencia que tiene la caza en la vida de los groenlandeses. Pero estos factores no son, desde luego, los Ćŗnicos que convierten a Groenlandia en la capital mundial del suicidio: otras razones como el elevado Ćndice de alcoholismo de su población, el abuso sexual, el incesto, la disfuncionalidad familiar, el aislamiento fĆsico, el desempleo o la pobreza tambiĆ©n suelen ser esgrimidas por los especialistas en el tema. En todo caso, Āæpor quĆ© se ceba principalmente con los jóvenes? ĀæQuĆ© es lo que marca de modo tan dramĆ”tico a la juventud groenlandesa?
Vista aƩrea de Ilulissat, tercera ciudad de la isla
La respuesta no es trivial, pero la mayorĆa de los expertos en la materia coinciden en referir el insondable abismo que existe entre el austero modo de vida de sus padres y abuelos āpersonas de conciencia rural y conservadora dedicadas a luchar un dĆa tras otro por la supervivencia y el alimentoā y el suyo propio, mucho mĆ”s cómodo, moderno y urbanizado pero a la vez altamente frustrante, siempre a caballo entre la cantidad ingente de información sobre ese otro mundo idĆlico y perfecto que reciben a travĆ©s de la televisión o de Internet y la conciencia de haber nacido en un lugar tan limitado y remoto.
Gracias a Facebook, sin embargo, conseguĆ ar āaleatoriamente y tras ser ignorados por no pocos internautasā con el joven groenlandĆ©s de 25 aƱos Palle Lange, vecino de Ilulissat, quien con gran amabilidad se prestó a responder a mis incómodas preguntas, en una intensa conversación que acabó convirtiĆ©ndose en un turbador y nostĆ”lgico monólogo: āDos personas de mi entorno mĆ”s próximo se suicidaron. La primera vez, una amiga mĆa. Apenas tenĆa 15 o 16 aƱos. Acabó por cansarse de que se metieran con ella: la gente se mofaba de su modo de vestir, la llamaban puta, incluso varias personas llegaron a escupirle en la cara mientras paseaba. Era una chica bastante alegre, pero no fue capaz de soportar tanta burla; Groenlandia es, sin duda, un territorio hostil con sus propios habitantes. AsĆ que ingirió una sobredosis de medicamentos: llegó viva al hospital, pero lamentablemente no pudieron salvarlaā. El segundo de los suicidas, segĆŗn nos relata Palle, era su mejor amigo: āFue hace tres o cuatro aƱos; Ć©l tenĆa 19. A todos nos sorprendió: tenĆa sus altibajos, pero era un chico activo y aparentemente feliz, y acababa de tener una hija con mi hermana. Ese dĆa habĆa bebido mucho; sĆŗbitamente, y sin aparente motivo, se disparó en el pecho. Estoy seguro de que, si hubiera sobrevivido, no habrĆa siquiera recordado lo que pasóā.
Luz @Reuters
Sea como fuere, lo mĆ”s importante es que, gracias a personas conscientes como Palle, la sociedad groenlandesa empieza a despertar, a percibir que se enfrenta a un complejo problema social que debe ser combatido desde varios flancos: los colegios empiezan a contratar expertos capaces de detectar tendencias suicidas entre sus alumnos; el fomento del deporte en escuelas y clubes, por su parte, estĆ” contribuyendo a paliar esa soledad y esa sensación de no pertenencia que tan malas consecuencias ha demostrado tener entre los jóvenes. En colaboración con Dinamarca y otros paĆses escandinavos, se celebran simposios periódicos de carĆ”cter cientĆfico para analizar el problema desde una rigurosa vertiente sanitaria. Algunas asociaciones, en colaboración con el gobierno groenlandĆ©s, estĆ”n llevando a cabo diferentes terapias de grupo, a la par que proyectan documentales donde se trata de enfocar el problema de la depresión juvenil desde una óptica sencilla pero eficiente. Pero lo mĆ”s llamativo, lo mĆ”s visible, acaso sea ese omnipresente y directĆsimo mensaje que se repite en las fachadas de los colegios, en las marquesinas de los autobuses o en los tablones de las carreteras, haciendo referencia a una lĆnea telefónica pĆŗblica de prevención del suicidio: āLlamar es gratis. Nadie estĆ” solo. No te escondas detrĆ”s de tus oscuros pensamientos. LlĆ”manosā. El tiempo dirĆ” si este conjunto de medidas surte efecto o si, por el contrario, sus habitantes seguirĆ”n entregĆ”ndose como hasta ahora a la llamada impostora y fatĆdica de la luz.