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Cuando utilizamos los términos a nuestro antojo, sin rigurosidad ninguna, cometemos el error de generalizar. La generalización es el primer paso a la banalización que, en el uso discursivo -generalmente político- lo terminamos convirtiendo en algo insignificante. Un hecho concreto -que puede ser grave incluso muy grave-, termina infravalorado socialmente, minimizado.
Por ejemplo, Nicolás Maduro (Venezuela) parece que encaja con la descripción de tirano, “…dicho de una persona: Que obtiene contra derecho el gobierno de un Estado, especialmente si lo rige sin justicia y a medida de su voluntad”. Un autócrata, en cambio es la “persona que ejerce por sí sola la autoridad suprema en un Estado. Se daba especialmente este título al emperador de Rusia.”, que podemos identificar con Vladimir Putin; y, finalmente, un déspota…” persona que gobierna sin sujeción a ley alguna” que parece encajar más con Donald Trump.
Comete un grave error la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, cuando -hace unos días- llamó al presidente del gobierno “pequeño dictador”. Por dos motivos. Porque en España no hace falta que nos digan quien se configura con el “cargo” de dictador, después de haber tenido uno por estos lares nada más que casi 40 años; y porque precisamente pequeño, lo que se dice pequeño…no es. Permitidme la broma.
Pero volvamos al asunto que nos ocupa. Ponía ejemplos de la complejidad en la que estamos en estos momentos en el planeta tierra, ya que tenemos un grupo de tiranos, autócratas y déspotas que son los que se han levantado -sin complejos- a poner condiciones a los que queremos vivir en paz y con justicia social. Pero el verdadero problema radica en la “costra” que vamos generando socialmente ya que los términos que describen a este ramillete de perlas (como diría mi madre) hace que delante de nuestros ojos se estén perpetrando auténticas barbaridades que, sin embargo, gracias a este efecto anestésico, somos incapaces de reaccionar.
Vamos a poner algunos ejemplos, que son bastante descriptivos (es difícil que alguien pueda decir hoy, que no lo sabía…como ocurrió en otros momentos de nuestra historia).
El Genocidio que está perpetrando el Gobierno de Israel, sobre el pueblo palestino, es un buen ejemplo. Las mentiras con que el ejército israelí acribilla a unos sanitarios (fueron asesinados sin más como hemos podido ver en las imágenes filtradas por el NYT), sólo es comparable con las matanzas de los nazis en el gueto de Varsovia en la ocupación de Polonia, durante la segunda guerra mundial. Utilizo el término genocidio, porque creo que es el correcto, al menos la RAE, indica: “Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”. La Corte Penal Internacional (I) ha emitido órdenes de arresto contra el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, su anterior ministro de Defensa Yoav Gallant y contra Mohammed Deif, comandante militar de Hamás. Los jueces de la I dicen que encontraron evidencia "razonable” para afirmar que los tres son responsables de presuntos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad que habrían sido cometidos durante la guerra entre Israel y Hamás.
El presidente de Israel acaba de ser recibido con honores en Hungría y Estados Unidos. Cuando la ciudadanía ve esto, se genera la costra de la que hablaba antes. La lógica de quien permite que esto ocurra, es contradecir el orden jurídico. O sea, siguiendo los conceptos antes mencionados, los podemos asimilar al término déspota (Trump ya lo habíamos citado), ahora podemos incluir a Órban. Dos déspotas, no pueden determinar nuestro futuro, o al menos eso creo yo.
Un ejemplo reciente del déspota Trump, lo vimos en las deportaciones que están realizando en Estados Unidos de ciudadanos latinoamericanos sin pruebas, sin juicio justo, sólo por su aspecto físico son detenidos y deportados. Como hemos sabido, la mayoría de ellos, sin siquiera antecedentes penales y con trabajo y papeles en regla…o sea, sin sujeción a Ley alguna, como indica el término. Lo malo de acercarse a un déspota, es que tú te conviertes en uno, si juegas a su juego. “No tiene cartas”, decía hace poco desde el despacho Oval a un Zelenski metido en una bronca que se hizo viral. Y es que acercarse a jugar con este jugador de cartas, te termina convirtiendo en uno como él -aunque para ser justos, si juegas a su juego, ya lo eras-.
Es el caso del déspota Bukele, presidente de El Salvador, que es quien ha metido en sus prisiones a ciudadanos inocentes deportados por su amigo Donald, desde Estados Unidos -sin juicio y ya sin derechos- pero, además, por una módica suma de dinero. Sí, prestarse al juego, te puede hacer ganar dinero…por eso es un juego…terrible (añadiré).
Y todo esto está ocurriendo delante de nuestros ojos. Se imagina que va usted caminando por la calle -con sus hijos un domingo cualquiera-, la detienen, no le dicen porqué la detienen, la llevan a un centro de internamiento, le rapan, le ponen un mono de color (muy colorido) y le suben a un avión camino a El Salvador. ¿Usted cree que lo que aquí digo es irreal? no, está sucediendo en el mismo momento que usted está leyendo este artículo…es más, también un colono judío de un asentamiento ilegal habrá pegado tres tiros a uno que pasaba por allí, por ser palestino; mientras tanto nos ponemos de acuerdo en cómo resolvemos la distracción que nos propone el jugador y déspota, Donald Trump. Por cierto, que no olvidemos quiso ser presidente tirano pidiendo a sus seguidores que tomaran el Capitolio (pero le pillaron), es actual presidente déspota y, seguramente, terminará siendo un dictador como manifestó, aunque sólo fuera por un día.
Si llamamos a las cosas por su nombre, quizás, nos demos cuenta en el lío en el que estamos.
#No T.A.D.