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La política, entendida como ejercicio de responsabilidad pública, debe sustentarse en principios sólidos de coherencia, ética y compromiso social. Sin embargo, episodios recientes muestran cómo el Partido Popular, bajo el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, recurre a una estrategia oportunista y vacía de responsabilidad real, erosionando la credibilidad institucional.
El Partido Popular ha pedido la dimisión inmediata del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y de la ministra de Defensa, Margarita Robles, a raíz de la ruptura de relaciones comerciales en materia de defensa con Israel. Esta ruptura obedece a una decisión política de Estado, motivada por los crímenes y violaciones graves de derechos humanos perpetrados por el gobierno israelí en Palestina, reconocidos y denunciados por numerosos organismos internacionales.
Resulta sorprendente y preocupante que Feijóo y su partido pidan ceses ministeriales ignorando deliberadamente el contexto humanitario que ha llevado a esta decisión. Se muestran incapaces de condenar los crímenes de guerra de Israel, y se limitan a instrumentalizar una decisión de principios en beneficio de su estrategia partidista, olvidando la mínima decencia moral que debería guiar su actuación.
Mientras Feijóo exige dimisiones en el Gobierno central, guarda un silencio cómplice ante la responsabilidad del presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón
Más grave aún es la falta de autocrítica dentro de sus propias filas. Mientras Feijóo exige dimisiones en el Gobierno central, guarda un silencio cómplice ante la responsabilidad del presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, en la gestión negligente del episodio de la Dana (Depresión Aislada en Niveles Altos). La falta de una alerta temprana eficaz pudo contribuir de manera decisiva a que muchas personas perdieran la vida. Y sin embargo, ahí no hay indignación, no hay exigencias de dimisión. Solo un silencio que ensucia la credibilidad de su discurso.
Cabe preguntarle al señor Feijóo: ¿Con qué legitimidad exige responsabilidades a otros cuando no es capaz de asumirlas en su propio partido? ¿Cómo se atreve a equiparar una decisión de dignidad internacional frente al genocidio con un mero cálculo electoral?
La política de la doble vara no puede ser la hoja de ruta de quien aspira a gobernar España. La ciudadanía merece líderes valientes, coherentes, que defiendan la vida, la dignidad y los derechos humanos por encima de la estrategia política y del oportunismo mediático.
La grave crisis humanitaria en Palestina exige altura de miras. No estamos ante una cuestión de partidismo, sino de humanidad.