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Las consideraciones éticas difícilmente regularán los progresos de la Inteligencia Artificial, si su desarrollo queda en manos de la iniciativa privada y se rige por una lógica puramente comercial. Esto cabía sospecharlo desde un primer momento. Todo intento de regular su expansión y aplicaciones irá siempre a la zaga sin remedio. Pero ahora surge una inquietud añadida.
En la lucha de clases han ganado los multimillonarios o ese muy restringido club que configuran los hipermegaricos
Ese nuevo Craso que deja en pañales al antiguo parece dispuesto a tomar las riendas del cotarro y sus presuntos competidores ya le rinden cierta pleitesía. Elon Musk mandará un vehículo espacial a Marte, pero por desgracia no se propone tripularlo. Por ahora parece conformarse con regir los destinos del planeta tierra gracias a su inmensa fortuna y su simbiosis con el nuevo inquilino de La Casa Blanca.
Todavía quedan unos días para la toma de posesuon del amigo y su entrada en el gobierno estadounidense, pero el tablero geoestratégico ya está registrando diversas convulsiones, con amenazas de comprar a Groenlandia como ya se hiciera con Alaska o Luisiana, solo que ahora Dinamarca no tenía la idea de vender. El Golfo de México podría cambiar su denominación y Europa tendrá que triplicar sus gastos en armamento.
El discurso de Rousseau sobre la desigualdad se verá reescrito a buen seguro por una IA manipulada por su máximo financiador
Con todo, hay otra cuestión inquietante, cual es la de si Musk logrará hacer una Inteligencia Artificial a su imagen y semejanza. Como se ha dicho, en la lucha de clases han ganado los multimillonarios o más bien ese muy restringido club que configuran los hipermegaricos, cuyos caprichos y fantasías parecen llamados a configurar un mundo en donde no quepa cabalmente nadie más. El discurso de Rousseau sobre la desigualdad se verá reescrito a buen seguro por una IA manipulada por su máximo financiador. Y el imperativo categórico emanará de quien se salta todas las leyes a la torera.
