@Montagut5 | Aristide Briand accedĆa el 29 de octubre de 1915 por tercera vez a la Presidencia del Consejo de Ministros de la Tercera RepĆŗblica en plena Gran Guerra. Aprovechando esta efemĆ©ride y en plena crisis de Europa, nos acercamos a la vida y obra de uno de los polĆticos que mĆ”s hizo por ver una Europa unida y en paz.
Aristide Briand nació en Nantes en 1862 en una familia humilde. Su vocación polĆtica temprana se vinculó claramente hacia el socialismo. En 1901 llegó a ser secretario general del Partido Socialista. Al aƱo siguiente fue elegido diputado, y no dejó de serlo nunca hasta su muerte. Briand rompió con el Partido Socialista en 1906 porque se opuso a la decisión del mismo de no participar en los gobiernos, una de las cuestiones que mĆ”s debate venĆa generando desde finales del siglo pasado en el seno del socialismo occidental. Briand pensaba que era una oportunidad para influir y cambiar si ministros socialistas entraban en los ejecutivos. Desde entonces se vinculó a los radical-socialistas. Desde ese momento, la participación de Briand en gobiernos fue constantes.
En julio de 1909 sucedió a Clemenceau como presidente del Consejo de Ministros, siendo presidente de la República Armand Fallières. Estuvo en el cargo hasta marzo de 1911. Volvió a repetir en el cargo durante apenas dos meses entre enero y marzo de 1913. En octubre de 1915, como apuntÔbamos al principio, volvió a ser primer ministro, y en esta responsabilidad estuvo hasta marzo de 1917. Volvió a tener esta alta responsabilidad durante varias ocasiones entre 1921 y 1929, siendo, por tanto, una figura fundamental de la Tercera República durante los años veinte.
Aristide Briand fue un gran defensor de la idea y organización de la Sociedad de Naciones al terminar la contienda. Sin lugar a dudas, fue uno de los polĆticos que mĆ”s se implicó en construir una paz duradera, en llegar a entendimientos, demostrando una talla y altura polĆticas muy poco comparables en su tiempo y posteriormente. Briand fue uno de los protagonistas de los Acuerdos de Locarno, que supusieron el intento de superar el rencor del pasado en Europa, entre Francia y Alemania, para construir un mundo mĆ”s seguro, a pesar de que las tensiones de los aƱos treinta dieran al traste con lo acordado.
Estos Acuerdos deben entenderse en su contexto. Francia giraba a la izquierda en 1924 y apartaba del poder a PoincarĆ©, un polĆtico que se habĆa destacado por su dureza en polĆtica internacional, como habĆa demostrado con la ocupación del Ruhr. Por su parte, en Alemania destacaba la figura de Stressemann que entre 1923 y 1929 va a inspirar la polĆtica exterior de la RepĆŗblica de Weimar. Estamos hablando de un polĆtico comprometido con la causa de la paz, muy valorado por los britĆ”nicos y por el francĆ©s Aristide Briand. Eso no significa que no intentara sacar ventajas para su paĆs, pero siempre bajo las premisas de la paz y de la reconciliación. En este sentido, conectaba con un cambio en la polĆtica exterior sa, que se suavizaba y entendĆa la necesidad de rebajar las exigencias. El tercer factor clave para entender el fin de las tensiones postbĆ©licas vendrĆa del otro lado del Canal de la Mancha. Los britĆ”nicos llevaban mucho tiempo empeƱados en la defensa de la causa de la reconciliación entre ses y alemanes, y siempre fueron contrarios a apretar en exceso a BerlĆn. El arbitraje inglĆ©s fue, por lo tanto, fundamental.
Los Tratados de Versalles no garantizaban la paz en Europa. Muy pronto se vio que la Sociedad de Naciones, a pesar de su ferviente convicción a favor de la paz y de la convivencia internacional, no tenĆa medios prĆ”cticos para conseguir estos objetivos. AdemĆ”s, las dos grandes potencias emergentes del momento, Estados Unidos y la URSS, no pertenecĆan a esta organización. En 1924 se firmó el Protocolo de Ginebra que pretendĆa poner fin a las polĆticas de agresión. Fue firmado por catorce paĆses, pero el Reino Unido no intervino en el mismo, otro problema. AsĆ pues, serĆan ParĆs y BerlĆn los que, como hemos apuntado, deciden, con el firme apoyo de Londres, sentarse a dialogar.
AsĆ pues, en Locarno se reunieron Gustav Stressemann, Aristide Briand y Joseph Austen Chamberlain, ademĆ”s de Mussolini, llegando a siete acuerdos de arbitraje y/o alianza que afectaban a Francia, Alemania, BĆ©lgica, Italia, Polonia y Checoslovaquia, ademĆ”s de una declaración final sobre garantĆas mutuas sobre la forma de interpretar algunos puntos de la Carta de la Sociedad de Naciones.
El Pacto de Locarno fue una clara apuesta contra la guerra, es decir, se prescinde del uso de las armas. El recurso a la violencia solamente estarĆa legitimado en caso de agresión o en cumplimiento de las órdenes de la Sociedad de Naciones. Las fronteras de los Estados deben ser respetadas. Todos se comprometen a recurrir al Tribunal de la Haya para resolver conflictos, agravios y litigios. Alemania solicitarĆ” el ingreso en la SDN y lo obtiene, aunque al exigir ser miembro permanente del Consejo, habrĆa que reformar los estatutos de la organización.
Pero Locarno tenĆa algunos puntos mĆ”s complicados o dĆ©biles. Aunque planteó soluciones a los problemas de las fronteras en la Europa occidental no hizo lo mismo en la oriental. Tampoco se produjo una evacuación inmediata del Renania, como deseaban los alemanes. Tampoco se solucionó la cuestión de las reparaciones. Cuando se terminó el Plan Dawes se hizo necesario elaborar otro nuevo, el Plan Young, para reducir la deuda alemana y establecer un plazo mĆ”s largo, 59 aƱos, para el abono de las mismas.
En todo caso, habĆa nacido el espĆritu de Locarno, algo muy distinto a lo que se habĆa vivido desde 1918, y de lo que se vivirĆ” despuĆ©s en los aƱos treinta, en plena crisis económica, con auge del nazismo y los virajes hacia la guerra.
Pero, ademĆ”s de su participación en estos acuerdos, y desde su responsabilidad en Exteriores, conviene seƱalar la importancia del pacto Briand-Kellog, por el que Estados Unidos aligeraba un tanto su polĆtica aislacionista, al prestar su apoyo a la causa de la paz.
En 1926 le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz, galardón que compartió con el alemÔn Stresemann.
Sin lugar a dudas, el precedente mĆ”s interesante de la Europa unida por su audacia fue el de Aristide Briand. El ministro de Asuntos Exteriores francĆ©s pronunció un discurso en la Sociedad de Naciones en 1929 en el que defendió una federación europea basada en varios principios: solidaridad, prosperidad económica y cooperación polĆtica y social. La propuesta tuvo mucho impacto mediĆ”tico y fue muy bien recibida, aunque concitó la oposición de las fuerzas polĆticas mĆ”s nacionalistas y las comunistas. La Sociedad de Naciones encargó al polĆtico francĆ©s la elaboración de un memorando de proyecto. Briand lo presentó en 1930. El proceso de unidad comenzarĆa con una serie de acuerdos para crear un mercado comĆŗn europeo, aunque no planteó un procedimiento especĆfico para alcanzar este objetivo, dejando muy claro que no pretendĆa atacar a las respectivas soberanĆas nacionales. Briand buscaba que la paz se consolidase en Europa y se superasen las tensiones del pasado. La respuesta al proyecto de Briand fue favorable en su gran mayorĆa, con la excepción britĆ”nica. Pero no habĆa mucho entusiasmo detrĆ”s de la respuesta positiva. Briand solamente consiguió que se creara una Comisión de Estudios para la Unión Europea, pero que dejó de reunirse en 1932 cuando Briand falleció. La nueva dĆ©cada serĆa de tensiones constantes hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial. A pesar del fracaso, Briand ha quedado en la Historia como uno de los pioneros mĆ”s destacados de la unidad europea y su influencia puede detectarse en los padres fundadores de la Europa unida.