
Una palabra viene a cuento ahora, España de cuando no habĂa españoles, la palabra es Reconquista. Un concepto historiogrĂĄfico cada vez mĂĄs discutido que ha llegado a ser negado o repudiado por muchos historiadores, si bien, creo que ademĂĄs de tener un significado comprensible no es inconveniente su uso, siempre y cuando Ă©ste se establezca con un sentido no de proceso lineal y progresivo sino de corriente profunda que acaba por atar ocho siglos en los que se produjo sin lugar a dudas el intento no decidido y permanente pero sĂ evidente por parte de unos reinos de establecerse en el conjunto de la PenĂnsula sin compartir sus tierras con quienes profesaban otra religiĂłn y sobre todo otra forma de explicarse y de entender el mundo conocido. Reconquista serĂĄ aquĂ, España por hacer, un tĂ©rmino con el que referirse a la actividad militar llevada a cabo, no de forma continua pero sĂ de un modo subyacente e implĂcito, por los entramados de organizaciĂłn polĂtica cristianos peninsulares, desde el mismĂsimo siglo VIII hasta el definitivo siglo XV, con la intenciĂłn de recuperar de los musulmanes o al menos para arrebatar a los musulmanes, las tierras que ocupaban. No fue, eso no, una cruzada de larga duraciĂłn, al menos hasta que en el siglo XI dieran comienzo las Cruzadas cristianomedievales por antonomasia, pero sĂ hubo una intenciĂłn decidida por parte de los mĂĄximos dirigentes de las organizaciones polĂticas cristianas, los reyes sobre todo, claro, de considerarse a sĂ mismos los legĂtimos herederos del reino visigodo que habĂan hecho desaparecer los musulmanes con su invasiĂłn, de ahĂ que en los siglos XII y XIII los reyes castellanos y los reyes aragoneses se repartieran Al-Andalus antes de conquistarlo, como muestran por ejemplo los tratados de TudillĂ©n, de 1151, Cazorla, de 1179, y Almizra, de 1244; y es muy importante constatar que esa reconquista iba acompañada de forma ineludible por la repoblaciĂłn de lo ganado, de tal manera que, lo que se producĂa, te hablo a ti España que ya sonabas en muchos sitios con ese nombre, era el traslado de poblaciones desde el norte peninsular hasta el sur en el que empezaban a quedar reducidos los espacios de impronta andalusĂ y, de paso, la modificaciĂłn de las condiciones econĂłmicas de ambas zonas de tal manera que la incorporaciĂłn territorial a los reinos cristianos les permitiĂł a Ă©stos aumentar sus posibilidades de producciĂłn de bienes. Esto que llamamos con mejor o peor acierto Reconquista y sobre todo la consiguiente repoblaciĂłn es a lo que se le da una significaciĂłn prioritaria en la formaciĂłn de la sociedad medieval cristiana en eso que serĂĄs, España, pues esa sociedad se modelĂł por medio de las campañas militares y de la colonizaciĂłn contigua.
El caso es que, llegados al siglo XI, aquel dominio territorial e incluso digamos mental de los andalusĂes pareciĂł comenzar a debilitarse y a tornar hacia el lado de los cristianos, y es que la fragmentaciĂłn taifal de Al-Andalus permitiĂł a los reinos expansionistas del norte plantear un decidido (pero no definitivo, ni mucho menos) avance reconquistador, conquistador en cualquier caso. Se dice, como ya hemos observado, que es ahora, sĂ, cuando en puridad, de existir tal cosa, comenzaba la Reconquista, la lucha por unas tierras de las que los reyes cristianos decĂan tener derechos provenientes del extinguido reino visigodo. Desde dos zonas peninsulares, la occidental y la oriental, los reyes y condes mĂĄs poderosos avanzan de forma espectacular en el vientre del mundo andalusĂ: desde la una lo harĂĄ el rey de Castilla y LeĂłn Alfonso VI, que, en el año 1085 arrebata la emblemĂĄtica Toledo a los musulmanes, y desde la otra Pedro I de AragĂłn toma en aquellos años, en 1096 y en 1100, respectivamente, Huesca y Barbastro, en tanto que los condes de Barcelona se asientan definitivamente en Tarragona. Pero aquella conquista cristiana de Toledo atrajo a la PenĂnsula a los almorĂĄvides, que eran de una dinastĂa nacida en una confederaciĂłn de tribus bereberes creadoras, entre 1055 y 1080, de un imperio musulmĂĄn en el norte de Ăfrica, con capital en Marrakech, que incluirĂa durante dĂ©cadas Al-Andalus. Varios reyes andalusĂes pidieron ayuda al almorĂĄvide Yusuf ibn Tasfin, que invadiĂł los reinos taifas de Granada (en cuya ciudad principal establecieron los almorĂĄvides su capital), Sevilla, Badajoz y Valencia, entre los años 1090 y 1102.
DetengĂĄmonos âaĂșn inexistente España, aunque casi, o ya sĂ, segĂșn quiĂ©nesâ en el siglo XII, cuando surgiĂł de la uniĂłn del reino de AragĂłn y el condado de Barcelona lo que darĂĄ en ser llamado Corona de AragĂłn y Portugal se convertĂa en reino independiente y ya nunca, o casi, como veremos, serĂĄ parte tuya España, y luego hagĂĄmoslo en el emblemĂĄtico año de 1212, y, claro, a continuaciĂłn vayĂĄmonos al siglo XIII. Comencemos en Portugal. ÂżSabes quĂ© fue el condado Portucalense, mĂĄs conocido como condado de Portugal? Retrocedamos hasta el año 1096, cuando se unĂan dos territorios, Portucale (Portus Cale, con centro en la ciudad de Oporto) y Coimbra (con capital en la ciudad homĂłnima), concedidos por el rey castellano-leonĂ©s Alfonso VI, el de la conquista toledana, a su hija ilegĂtima Teresa y al esposo de Ă©sta, el cruzado Enrique de Borgoña, para reforzar la defensa occidental peninsular contra el avance almorĂĄvide y acabar por convertirse en embriĂłn del reino de Portugal, que nacerĂa en 1139, cuando el hijo de Enrique y Teresa, Alfonso I EnrĂquez, se convirtiera en su primer soberano. Sigamos. Vayamos al centro y al oriente de la penĂnsula IbĂ©rica: Alfonso I de AragĂłn conquista Zaragoza en 1118 y tres dĂ©cadas despuĂ©s el conde de Barcelona RamĂłn Berenguer IV termina de ocupar el valle del Ebro, en tanto que Alfonso VIII de Castilla se hace con Cuenca en 1177. Pero, entre tanto, en Al-Andalus, nuevamente iba a llegar el SĂ©ptimo de CaballerĂa a frenar el avance cristiano sobre sus territorios. Esta vez, los rescatadores se llamaban almohades, otra dinastĂa bereber que venĂa asimismo de erigir un imperio en el norte de Ăfrica. Los almohades respondĂan a un movimiento religioso reaccionario surgido entre tribus de la cordillera del Atlas en radical oposiciĂłn a los ya de por sĂ rigoristas islĂĄmicos almorĂĄvides y en 1147 tomaron la capital Marrakech y la andalusĂ Sevilla, a la que convirtieron en la principal ciudad almohade en Al-Andalus. Y llegamos sĂ a 1212, cuando la mĂĄs señera victoria cristiana permitiĂł que el siglo XIII trajera significativas reconquistas de las tierras andalusĂes. Verano de 1212, cerca del desfiladero de Despeñaperros, al pie de sierra Morena, en lo que hoy es la provincia de JaĂ©n⊠Pero antes que nada, digamos cĂłmo se llega hasta el, digĂĄmoslo ya, buque insignia de las victorias cristianas sobre los musulmanes en la penĂnsula IbĂ©rica: la batalla de las Navas de Tolosa. Frente al dominio almohade, los reinos cristianos no pueden oponer gran cosa, habida cuenta de las luchas que ellos mismos mantenĂan entre sĂ para fijarse unas fronteras entre sus territorios. Pero de esa misma competitividad cristiana surge una mayor necesidad de esas a las que algunos llamamos alafuerzaahorcan, ya que la beligerancia y agresividad almohade acabĂł por obrar el milagro: la decidida uniĂłn para librarles batalla a los norteafricanos dominadores del sur peninsular, que llegĂł a contar incluso con el papa Inocencio III que permitiĂł que la Santa Sede diera carĂĄcter de cruzada a la guerra contra los almohades. Los reyes Pedro I de AragĂłn, Sancho VII de Navarra y Alfonso VIII de Castilla conseguirĂan en las Navas de Tolosa el hundimiento del Imperio almohade, que Al-Andalus volviera a disgregarse, esta vez en los terceros reinos de taifas y que lo que hoy es AndalucĂa quedara si no a su merced sĂ convertida en el objeto de mayor deseo de las monarquĂas no musulmanas. AdemĂĄs, en ese siglo XIII âque es la centuria en la que Castilla y LeĂłn serĂĄn ya un Ășnico reino y por tanto se producirĂa el nacimiento de lo que los historiadores llamamos Corona de Castillaâ, Jaime I el Conquistador (esos eran sobrenombres de cronista, ÂĄquĂ© diantres!) toma Mallorca y las otras Baleares, e incorpora a la Corona de AragĂłn el reino de Valencia, Fernando III añade a la Corona de Castilla el reino de Murcia y lo mĂĄs prestigioso y rico del valle del Guadalquivir (conquista CĂłrdoba en 1236 y Sevilla doce años mĂĄs tarde) y su hijo Alfonso X completa el dominio de dicho valle (conquistando CĂĄdiz en 1262). ÂżY si decimos algo del hasta ahora ignorado reino de Navarra? Pues digĂĄmoslo: Navarra, sin participaciĂłn en la Reconquista, era desde 1234 gobernada por los reyes de la sa Casa de Champaña y cincuenta años despuĂ©s por los de la Casa de Francia, de tal manera que cada vez dicho reino iba decantĂĄndose mĂĄs y mĂĄs hacia el poderoso reino del otro lado de los Pirineos. ÂżY quĂ© ocurrĂa en Al-Andalus? Que, tras las Navas de Tolosa, sĂłlo subsistĂa el reino de Granada, gobernado por los sultanes de la dinastĂa NazarĂ, tributarios de los reyes castellanos y los Ășltimos soberanos que ejercerĂan el poder no ya sĂłlo sobre aquella taifa granadina sino sobre las tierras que les quedaban a los musulmanes andalusĂes.
PrĂłxima entrega: tercera parte de 5.3 Tu Edad Media